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La materia tiene conciencia I

   Todas las cosas, desde las rocas hasta los árboles, pasando por los insectos o los océanos, sienten y se relacionan entre sí de alguna manera. Dicho de otra forma, poseen un tipo de conciencia. No es una loca idea nueva. Expresada de un modo u otro, ha aparecido en muchas culturas a lo largo de los tiempos, pero la visión científica del mundo la ha relegado, en el mejor de los casos, a la categoría de opinión sin demostrar; y en el peor, se la tacha de irracionalidad, pensamiento mágico o pseudorreligioso. Sin embargo, actualmente existen cada vez más personas con formación científica que están dispuestas a defender que la conciencia no es un don exclusivo del ser humano. No es un producto del cerebro, sino una cualidad que penetra todas las cosas que existen. 
   El pensamiento convencional dice que solo los seres humanos tienen conciencia porque solo ellos tienen lenguaje, pensamiento racional y sobretodo un "yo". Un biólogo o un neurólogo añadirán que todo esto es producto del elevado grado de complejidad del cerebro humano, pero no es tan fácil. Los animales tienen una experiencia del mundo exterior, vida social, emociones y formas de comunicación. Por otra parte, es lógico pensar que si el cerebro humano es un producto de la evolución, la conciencia que le caracteriza no ha aparecido de pronto, sino que es una modificación de formas anteriores. Si acaso, se puede afirmar que existe una forma humana de conciencia y que cada animal tiene la suya. Una vez derribada la frontera entre el animal humano y el no humano, cabe preguntarse si la conciencia se extiende a los vegetales, los minerales y los átomos porque, ¿cuál es su base material?


   Los científicos han realizado enormes descubrimientos sobre el funcionamiento del mundo exterior, desde el mundo de las partículas subatómicas a las estrellas. Pero la conciencia que hace posible esos conocimientos es un misterio completo para sí misma. No hay ninguna certeza sobre sus vínculos con la materia (o energía física, hablando con propiedad científica)
   Existen hipótesis: Para Stephen Deiss, filósofo, psicólogo, informático y estudioso de la conciencia, ésta no aparece en los animales especialmente evolucionados sino que "es una cualidad de la materia, de la misma manera que lo son la masa y la carga eléctrica". Richard de Quincey, profesor de filosofía y de Estudios sobre la Conciencia en la Universidad JF. Kennedy, se afilia al linaje secular de quienes creen que la materia y la conciencia o su germen siempre van juntas. La idea de que la conciencia se halla en todas partes ha recibido el nombre de panpsiquismo. 
   Afirmar que un árbol o una piedra poseen algún tipo de mente es suficiente para caer en el ridículo, sobretodo si se frecuentan los círculos académicos. Sin embargo, es algo que habían sostenido un amplio número de los pensadores más reconocidos a lo largo de la historia Occidental. David Skrbina ha seguido las huellas del panpsiquismo y ha elaborado una larga lista donde aparecen nombres como Tales de Mileto, Anaxímenes, Parménides, Heráclito, Anaxágoras, Empeodócles, Platón, Aristóteles, Epicuro, Spinozza, Newton o Leibniz. Todos ellos, junto con un buen número de científicos modernos, creen que la conciencia se halla de algún modo en cada punto del universo. 
   Para Deiss, resulta evidente que desde las partículas elementales a los animales o las galaxias, todo tiende a organizarse en sistemas cuyas partes se relacionan a partir de su propia experiencia y actividad. En la naturaleza no existen los agentes pasivos, todo es activo. Y donde hay experiencia y actividad hay alguna forma de conciencia. En algún rincón del átomo se refugia lo que Ken Wilber ha llamado "interioridad" y que a lo largo de la historia de la filosofía ha recibido otros nombres, como "lugar de la experiencia", "capacidad de punto de vista subjetivo" o "inteligencia auto-organizadora". 
   Los autores que se alinean con las teorías panpsiquistas sostienen que la materia posee sensibilidad y alguna forma de conciencia. Para el matemático y filósofo Whitehead, todo lo que existe tiene una experiencia de lo que le rodea. Al reunirse los elementos fundamentales, se forman entre complejos (una planta o animal) con una manera propia de experimentar la realidad y que en el ser humano se llama conciencia. Puede entenderse que el universo entero es un todo orgánico, un ser, cuyas partes están profundamente interrelacionadas. Hay quien llama Dios a la conciencia del Todo. 

   ¿Existe alguna prueba física, objetiva, de la presencia de conciencia en los seres vivos o en los objetos inanimados? Como reconocen los científicos más humildes, sabemos muy poco sobre las estructuras básicas de la materia. Por ejemplo, ni siquiera sabemos cómo se ordenan espacialmente los átomos de oxígeno e hidrógeno en la molécula del agua para que el resultado sea una sustancia líquida. La existencia de un buen número de partículas subatómicas que tienen nombre y propiedades científicamente determinadas se supone a partir de cálculos matemáticos, aunque no se han podido observar experimentalmente. 
   Por el momento no existe ningún proyecto en marcha que pretenda hallar la partícula de la conciencia. Descubrir a través de la observación de la materia los secretos de la conciencia puede ser un reto que se halle más allá de las posibilidades actuales y futuras de la ciencia. No obstante, se han elaborado hipótesis que reservan un lugar para la mente en los rincones más íntimos de la materia. El modelo holográfico de D. Bohm y K. Pribram propone, por ejemplo, que cada punto del universo está conectado con todos los demás, de manera que todas las conciencias pueden estar también interconectadas. 
   Otros teóricos especulan con la posibilidad de que el espacio vacío entre las partículas elementales, donde la energía se concentra al máximo, sea el pasaje de comunicación entre todos los puntos del Universo, constituyendo el hogar de la conciencia. 


   Quizá sea imposible describir la conciencia con las actuales herramientas de la física, la biología o la psicología. C. Blood, profesor de física en la Universidad de Rutgers y estudioso de las tradiciones místicas, sostiene que la física cuántica excluye la posibilidad de que el cerebro sea capaz de hacerse una imagen de la realidad por ningún medio conocido a día de hoy. Por tanto, para Blood, es necesaria la existencia de un alma que percibe por medios no físicos, independientemente del cerebro, y que emplea este órgano de alguna manera. Para Blood, está justificado recurrir a otras formas de conocimiento cuando el método científico no puede proporcionar las respuestas adecuadas. 
   La experiencia mística es la prueba más directa de la existencia del alma en la materia. Quienes la han vivido saben que el Amor lo explica todo y se halla en todas partes, pero quizá no lo digan exactamente con estas palabras. Pueden hablar de Dios, Conciencia Cósmica, Luz, Energía... pero se trata de la idea central de todos los grandes sistemas religiosos. 

   Los místicos coinciden con los actuales psicólogos transpersonales en que la percepción de las dimensiones espirituales puede alcanzarse mediante la intuición y el desarrollo de la conciencia. El silencio, la ascesis, las técnicas de meditación y respiración, la música o el consumo de plantas enteógenas son recursos auxiliares para el mismo fin. 
   La filosofía y la psicología modernas han calificado la razón y la lógica como características esenciales de la conciencia humana, a costa de su capacidad para la mística o la creatividad. Lo que se ha llamado despectivamente "pensamiento mágico" se corresponde seguramente a estados de conciencia que trascienden al individuo y que permiten la comunicación con las conciencias no humanas. 


Fuente: Onirogenia. 

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